Sin prosa

Sin desvelo
Sin consuelo ni agravio
Sin fútbol en la tele
Sin saber cómo me queda
Sin audiencia en mi ronquido
Sin batallas ni treguas
Sin dolor de cabeza
Sin sábana tibia
Sin domingo soleado
Sin culpables ni acusados
Sin perfume impregnado
Sin héroes ni tumbas
Sin miedo a la tormenta -porque a quién contárselo-
La luna muerde mi almohada.