Floreció con avidez la noche
despertó impune de su claridad
el viento, espeso, permanecía quieto
ansiosos remolinos arrancaron su antifaz
Se precipitó, entonces, un silencio de cueva
una calidez de mármol
una danza primitiva que emulaba a un animal
Escapó de su madriguera en llamas
empujado hasta el abismo de su propio reflejo
No hay hojarascas, pero tampoco regocijo
1 comentario:
NO LO PUEDO DEJAR DE LEER. ES PRECIOSO CHOU!
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